Las proteínas en el deporte

La publicidad incisiva y los fornidos cuerpos de los campeones del culturismo han hecho creer a demasiada gente que también ellos podrían ponerse así.

Solamente con el consumo adicional de proteínas de alto valor biológico y sin ningún esfuerzo su cuerpo ganaría musculatura, fuerza, salud y hasta perdería peso rápidamente.

Tales argumentos han causado demasiado daño en la población no instruida y se ha llegado a extremos intolerables, en los cuales se aseguraba a las mujeres que mediante la toma de concentrados proteicos llegarían a poseer un pecho redondo y firme.

O también que, mediante un concentrado de proteínas con sabor a vainilla, perderían peso rápidamente y sus músculos se volverían tersos y duros como una roca.

Cuando se cuenta la mitad de la realidad, como son estos casos, se entra en el campo del engaño.

Solamente aquellos deportistas que necesitan aumentar su volumen muscular o aquellos que se ven obligados a realizar explosiones momentáneas de fuerza, necesitarán un aporte extra de proteínas y éstas no necesariamente deben provenir de la carne, ya que los concentrados de soja son bastante más idóneos, siempre y cuando lleven un soporte de hidratos de carbono, ya que de otra manera la síntesis proteica se realiza mal y más de la mitad será eliminada.

Por supuesto, las personas sedentarias, los deportistas de fondo y resistencia, así como la flacidez de las mamas femeninas no son una indicación para los suplementos proteicos.

La carencia de proteínas en un atleta se delata en seguida, ya que acusa apatía, falta de espíritu y poca rapidez en sus movimientos, llegando a declararse una disminución del metabolismo basal.

Si la carencia continúa, la función respiratoria se ve afectada, lo mismo que el transporte de oxígeno a las células.

El auge del culturismo y el desarrollo muscular en volumen han confirmado la teoría que ya se presentía, sólo combinando adecuadamente el ejercicio físico y suplementos proteicos se consiguen buenos resultados.

Se realizaron pruebas en personas sometidas a reposo en cama a causa de enfermedades y se comprobó que, a pesar de las raciones extras de proteínas, las personas no obtenían ningún aumento de fuerza, faltaban los estímulos que proporciona el entrenamiento.

Tampoco se logró nada interesante administrando un superávit de proteínas en deportistas habituales, pero que no cambiaron su ritmo de entrenamiento.

Las investigaciones demostraron de manera inequívoca que el aumento de fuerza que puede proporcionar el exceso de proteínas es casi inapreciable en un sujeto normal no sometido a un entrenamiento físico.

La masa muscular solamente aumentará si el ejercicio aumenta en igual medida, pero sólo si el deportista busca ese aumento, ya que, los corredores de fondo y demás deportes aeróbicos no se benefician de estas ventajas.

Para que el efecto sobre los músculos sea más rápido, las proteínas suplementarias hay que administrarlas antes o después de la actividad muscular.

A partir de las seis horas de realizar ejercicio las proteínas no servirán para este fin y los excesos se pagarán en una serie de alteraciones de más o menos gravedad.

Por tanto, un deportista que vaya a someterse a un entrenamiento de fuerza podrá aumentar su ración de proteínas entre uno y medio y dos gramos por kilo de peso y día, sin disminuir la cantidad de hidratos de carbono.

Los deportistas que necesiten una gran velocidad (artistas marciales, tenistas, sprínters, etc.) también se pueden ver beneficiados de los suplementos proteicos, no ya en su desarrollo muscular sino en su capacidad de respuesta a los estímulos.

Por desgracia, estos beneficios se consiguen a base de excitar el sistema nervioso y, de continuar con su utilización, los efectos secundarios aparecerán al poco tiempo.

Por tanto, lo recomendable es no utilizar las proteínas de manera continuada sino solamente en los momentos que preceden a las confrontaciones deportivas.