Ajo

El ajo constituye un conjunto protector del organismo contra las enfermedades.

Historia del ajo

El Ajo pertenece a la familia de las liliáceas y procede de Europa y América.

Desde que se masificó su cultivo, el hombre lo ha utilizado tanto como alimento como para curar diversas enfermedades, e incluso Hipócrates lo aplicaba ampliamente.

Por el contrario, otros pueblos, como es el caso de los griegos, y nuestro rey Alfonso X de Castilla, prohibieron tan extraordinario alimento en base a que su fuerte olor daba problemas para entablar conversaciones, llegando a impedir la entrada en los templos y en la corte a toda persona que lo comiera.

Durante muchos años fue utilizado por sanadores y curanderos con gran éxito, hasta que la medicina oficial lo postergó y ridiculizó.

En la actualidad las cosas no han cambiado mucho y los médicos siguen riéndose cuando alguien les menciona las maravillosas e inocuas propiedades curativas del ajo.

Cocina

El ajo se toma mejor crudo, ya sea natural, en polvo o en cápsulas de gelatina, siendo imprescindible acompañarlo con algo de comida, porque si no puede producir ardores de estómago.

Tomado natural hay que tener en cuenta que nuestro aliento nos delatará y que nunca debe consumirse junto a almidones, féculas o sustancias ricas en proteínas, ya que su absorción será menor.

Se puede mezclar con zumo de limón, con cebollas o con cualquier fruta.

Las rebanadas de pan untado con mantequilla y ajo, acompañan muy bien las ensaladas de verduras crudas.

Se le puede añadir bien picado a las ensaladas, a los puerros hervidos, a la zanahorias crudas o a los champiñones.

Consumo

Por desgracia, no toda la producción de ajo es igual de saludable y nos podemos encontrar con grandes sorpresas sobre sus cualidades terapéuticas.

Parece ser que los ajos que provienen de Valladolid, Valencia y Zamora tienen buenas propiedades, siempre y cuando su cultivo haya sido biológico, ya que de no ser así la cantidad de azufre que contienen es muy pequeña.

Propiedades del ajo

Favorece la circulación y hace descender la tensión excesiva por sus acciones estimulante del corazón y depurativa de la sangre.

Contribuye a la disolución de las concreciones parasitarias de los enfermos de arteriosclerosis (cristales de ácido úrico, etc.) y a evitar la calcificación de las arterias.

Las personas con tensión normal o demasiado baja pueden también consumir ajo sin ningún temor, porque todo lo que es natural participa en el retorno al equilibrio.

Un hipotenso puede enfermar gravemente por la ingestión de un medicamento hipotensor, pero del ajo no debe esperar más que beneficios.

Recordemos también que se trata de un excelente vermífugo, y ahuyenta a veces los parásitos de los niños con solo llevar varios dientes ensartados a modo de collar o colgados al cuello en un saquito.

Entre sus aceites encontramos un 6 por 100 de alil-propildisulfuro, el cual es un compuesto azufrado que le confiere su penetrante olor, así como otros componentes azufrados, tales como el aliltrisulfuro (20 por 100) y pequeñas cantidades de alil-tetrasulfuro.

Otro componente, quizá el más interesante de todos, es la alicina, cuya acción antibiotica similar a la penicilina le potencia sus cualidades medicinales.

Una propiedad extraordinaria del ajo es su papel de adaptógeno o somaténsico, esto es, que mejora la capacidad de adaptación de un organismo ante las agresiones externas.

Su modo de acción es múltiple y actúa sobre el aparato respiratorio (no hay que olvidar que se elimina a través de la piel y los pulmones), sobre el sistema circulatorio, incluido el cardíaco, sobre el aparato digestivo e impide la proliferación de numerosas bacterias y parásitos.

Respecto a su acción sobre el aparato respiratorio, se le ha encontrado en primer lugar una marcada acción mucolítica (disgregación de las mucosidades), así como una óptima protección de la pared bronquial contra los agentes irritativos.

Su potente acción antibiótica le confiere la capacidad para destruir bacterias tan rebeldes como es el caso del estafilococo dorado, el cual es ya resistente a la penicilina y quizá también a sus derivados.

Beneficios

La acción del ajo como bactericida es bifásica, siendo la primera de ellas instantánea y la segunda más tardía, lo que da lugar a una curación más definitiva que con las drogas normales, pero sin los inconvenientes de la destrucción de gérmenes útiles al organismo, ya que respeta la integridad de la flora intestinal.

Tampoco se conocen casos de resistencias bacterianas a este alimento, ni tampoco mutaciones, pudiéndose administrar sin peligro durante varias semanas.

Su aplicación como tratamiento de base es la mejor manera de solucionar las enfermedades del aparato respiratorio acompañadas con una cardiopatía, en las cuales el estado sumamente debilitado del enfermo corre peligro de agravarse con la aplicación de los antibióticos más comunes.

Dosis elevadas de extracto de ajo al principio producirán una sudoración abundante que mejorará la capacidad pulmonar, al mismo tiempo que se tonificará al corazón.

En los problemas que cursen con asma, ya sea de naturaleza alérgica, nerviosa o infecciosa, se puede probar la acción broncodilatadora del ajo, por más que su efecto antialérgico no sea muy importante.

También se le ha utilizado desde antiguo para tratar la hipertensión, ya que no solamente baja las cifras tensionales altas sino que llega a curar la causa que la produjo.

A los cuarenta y cinco minutos de tomar un ajo crudo, la sangre se hace más fluida y como consecuencia baja la tensión arterial, al mismo tiempo se ve libre de las sustancias tóxicas aún no eliminadas.

Su acción beneficiosa sobre los fosfolipidos contribuye a disminuir la cantidad de grasas saturadas, aumentando la cantidad de lipoproteínas de alta densidad, beneficiosas para la salud.

A la suma de estas acciones sobre la circulación hay que añadir sus efectos anticoagulantes, los cuales, aunque débiles, se mantienen durante largo tiempo y no producen efectos de rebote.

La suma de estos factores produce una mayor elasticidad de la pared arterial y venosa.

La aplicación más divulgada, sin embargo, es su efecto sobre las enfermedades reumáticas, sobre todo en las producidas por la bacteria estreptococo viridans o acumulaciones de ácido úrico.

El requisito imprescindible es el tiempo, ya que estas enfermedades requieren mucha paciencia para que se noten sus primeros efectos curativos y la mayoría de los enfermos se desaniman pronto.

Actualmente, los efectos sobre las enfermedades reumáticas están centrados en la cantidad nada despreciable que contiene de selenio, el cual se ha demostrado un tratamiento eficaz contra la mayoría de las enfermedades degenerativas tomándolo media hora antes de cada comida.

En el aparato digestivo se le ha comprobado una variedad grande de efectos beneficiosos, como descongestionar el hígado y la vesícula biliar al mismo tiempo que reduce las tasas de colesterol.

Ayuda al hígado en su función vital de anular los tóxicos alimentarios, e incluso puede contribuir a las curas de drogadictos, como así parecen indicar algunos experimentos en este sentido.

Muy a destacar es su acción sobre los hongos, especialmente los producidos por la Cándida a la cual es responsable de las mayorías de las infecciones de orina y boca.

La acción del ajo pudiera ser tan activa como los antimicóticos tipo griseofulgina, no dando lugar tampoco a resistencias.

Otras aplicaciones igualmente importantes, las cuales están muchas de ellas aún en estudio, son: taquicardias motivadas por problemas cardíacos, varices producidas por alteraciones de la pared venosa, hemorroides por problemas hepáticos, estreñimiento, parásitos intestinales, déficit de flora intestinal y vitaminas del grupo B, gota (elimina el acido úrico), enfermedades mentales leves producidas por afecciones de las glándulas endocrinas, ya que actúa de manera directa sobre las hipófisis, alteraciones de tejido uterino obesidad, diabetes, eccemas de naturaleza alérgica, hepática o tóxica, herpes, prevención del resfriado común, etc.

Nutrición

El ajo, por su contenido en alilo (esencia sulfurada volátil), azufre, yodo y sílice, entre otras sustancias es un antiséptico natural y un poderoso desinfectante, en especial de los pulmones.

El ajo es también aperitivo y digestivo, porque activa la secreción gástrica y la motricidad de las paredes del estómago, y si no siempre es bien tolerado por éste se debe a que no ha sido suficientemente masticado y ensalivado, o a que la mucosa del aparato digestivo se encuentra muy irritada o ulcerada.

En el primer caso es preciso en la masticación, y en el segundo tomar un poco de agua con arcilla unos minutos antes de la comida.

Uso interno

Para uso interno, la preparación más fácil consiste en introducirlo en todos los platos, aunque conviene tomarlo crudo siempre que sea posible, porque la cocción le hacer perder gran parte de sus principios activos.

Para una acción más eficaz, actuar de la forma siguiente, rallar de dos a cuatro dientes y echarlos en un vaso con agua caliente, dejar macerar toda la noche y a la mañana siguiente colar el líquido y beberlo.

Otra receta es triturar por la noche uno o dos dientes y un poco de perejil y añadir aceite de oliva. A la mañana siguiente desayunar esta mezcla untada en rebanadas de pan.

Precisamos que es conveniente triturar el ajo previamente mezclado con el aceite para evitar la evaporación de las esencias sulfuradas que son muy volátiles.

Remedios

En la actualidad, ya está reconocido que el ajo es un preservativo del cáncer, el remedio más eficaz contra la tosferina y la mayor parte de las toses de origen nervioso.

El ajo da también excelentes resultados en usos externos.

Para cuidar y hacer desaparecer las verrugas (plantarias u otras) y los quistes pequeños, frótense estas excrecencias con dientes de ajo, repitiendo el tratamiento varias veces al día.

Hacia el final del mismo completar la cura con pequeños emplastos de arcilla.

Los callos y las durezas se tratan cubriéndolos con rodajas de ajo sujetas con apósitos adhesivos, que deben renovarse por la mañana y por la noche.

Los ganglios inflamados se masajean suavemente con una mezcla de ajo picado y aceite de oliva.

En casos de sordera de origen reumático, introducir en la oreja antes de acostarse, una bolita de algodón embebido en juego de ajo recién exprimido.

Los dolores de oídos se combaten introduciendo en lugar del algodón un diente de ajo entero, pero en este caso envuelto previamente en un trozo de gasa que sobresalga del conducto auditivo para poder retirarlo luego fácilmente.

Contra los dolores de muelas cariadas introducir el ajo en el hueco de la muela, lo que, por otra parte, no le dispensará de acudir al dentista.

Igualmente se recomienda el ajo a los enfermos de reumatismo y artritis, que lo emplearán friccionando las partes doloridas con mezcla de ajo y aceite alcanforado (dos partes de aceite por una de ajo).

Los masajes de la columna vertebral con la misma preparación hacen recuperar la fuerza y el vigor al organismo deficiente.

También se trata así la sarna, alternando el aceite alcanforado con agua arcillosa.

En algunos lugares, los dientes de ajo enteros se utilizan como reconstituyente para los niños, aplicándolos como supositorios.