Patata

Patata

Debiera ser la reina de la cocina junto al pan y sin embargo no lo es.

Solamente se la utiliza como complemento de filetes, carnes guisadas, garbanzos, judías, y para realizar tortillas.

Sin embargo, la patata es el alimento más energético de todos y el mejor tolerado, inclusive por los estómagos más enfermos.

No nos debe extrañar esta poca consideración para tan extraordinario alimento, si tenemos en cuenta cómo llegó a nosotros.

Cultivada desde hace ya dos mil años por los indios de la cordillera de los Andes, en Sudamérica, fue descubierta por los colonizadores españoles, aunque nunca le atribuyeron un valor alimenticio interesante.

En el siglo XVI fue introducida en España y se comenzó su cultivo en las costas gallegas, no sin antes tener que luchar contra la Iglesia católica, la cual llegó a pregonar que producía lepra y que era un alimento traído por el diablo.

Por contra, los Irlandeses la comenzaron a utilizar con tal éxito que fue la solución para acabar con el problema endémico del hambre.

Finalmente, en los primeros años del siglo XVIII, su consumo se masificó por toda Europa merced al farmacéutico alemán Meyer (quien demostró su inocuidad y buenas propiedades) y al rey Felipe XVI, el cual la incluyó como alimento base de su alimentación.

La patata es un tubérculo perteneciente a la familia de las solanáceas, de cuya raíz se extrae un narcótico altamente tóxico llamado solanina, siendo ése el motivo por el cual no hay que comer nunca las raíces residuales ni siquiera aquellas partes de la patata que estén verdes.

Tampoco es recomendable exponerla a la luz del sol.

Su composición básica es a base de fécula o almidón (un 17 por 100) además de agua (80 por 100), siendo por tanto un alimento rico en hidratos de carbono.

Contiene muchas sales de potasa capaces de saponificar las grasas presentes en la alimentación, por lo que resulta un complemento ideal para aquellas personas que no quieran prescindir de comer grasas animales.

Comiéndolas juntas se evita el recargar de toxinas al organismo, al mismo tiempo que se corrige exceso de ácido que generan las carnes.

Son muy ricas en vitamina C, ya que contienen 30 miligramos por 100 gramos cuando son nuevas, pero el requisito imprescindible para poder aprovecharlas es cocerlas con la cáscara, ya que fritas pierden casi el 50 por 100 de esta cantidad.

Afortunadamente, como el consumo de ellas es muy elevado, podemos tener asegurada la ración de vitamina C que necesitamos solamente por el hecho de comer patatas una vez al día.

Su mala reputación de ser un alimento que engorda está totalmente infundada y en ello intervienen las siguientes cuestiones, normalmente se la suele consumir acompañada de otros alimentos, especialmente carne de vaca, morcilla, chorizo de cerdo, garbanzos o judías.

Esto da lugar a que gente piense que la causante de su pesadez de estómago y de sus kilos de más lo tenga la patata, cuando es totalmente inocente de ello.

La patata aislada, cocida al vapor, es un hidrato de carbono con gran poder energético y cuyas calorías son de utilización inmediata.

Al igual que los cereales integrales, la metabolización de la patata por el organismo es rápida, limpia, sin residuos y difícil de transformarse en grasa.

Tomada antes de un entrenamiento deportivo proporciona tanta energía como la miel, con la ventaja de que se va absorbiendo poco a poco y su efecto es más prolongado.

Una prueba de la inocuidad de la patata es que puede ser consumida perfectamente por los diabéticos, facilita la diuresis en caso de insuficiencia renal o edemas, mejoradas.

Propiedades

De todas las verduras, la patata es la que más degradada suele encontrarse por el empleo abonos químicos.

Ello es debido, primero, a que los abonos potásicos permiten obtener una elevada producción cantidad ( sacrificando la calidad en beneficio de la cantidad ) y segundo,  a que la parte comestible del tubérculo queda en contacto con el abono.

Si a esto se añade que los insecticidas (químicos) con que se pulveriza la parte superior de las plantas llegan hasta el tubérculo a través de la tierra por la acción de la lluvia se comprenderá el gran abismo que separa las patatas obtenidas con y sin intervenciones químicas.

El sabor es también totalmente distinto.

La patata es bastante rica en sales minerales e hidratos de carbono, lo que le confiere propiedades energéticas y remineralizantes.

En nuestras regiones suele consumirse sobre todo en invierno, y no sin razón, ya que contienen gran cantidad de sales de potasa, susceptibles de saponificar las grasas, las cuales se consumen en mayor abundancia en la temporada fría.

Por la misma razón, la patata evita la sobrecarga del organismo y la acidificación de los humores ocasionados generalmente por un exceso de grasas.

Se recomienda por tanto contra la acidosis, así como en el tratamiento de la diabetes e incluso de los catarros mucosos (pulmonar, uretral, uterino o intestinal).

Favorece la emisión de orina y debe emplearse en casos de edemas por insuficiencia renal.

Igual que otras solanáceas, la patata es ligeramente hipnótica y útiles contra los calambres, las toses espasmódica, propiedades nerviosas, el insomnio, determinadas neuralgias, etc.

Con sus vitaminas B y C, contribuye al equilibrio de la nutrición.

Se recomienda la patata cruda rallada con una manzana como purgante natural que debe tomarse en ayunas.

La patata debe masticarse muy bien para que sus almidones sean transformados por la acción de la saliva en azúcar asimilable.

En estado crudo contiene una oxidasa que se destruye en parte por la cocción.

Esta oxidasa favorece la captación de oxígeno por el organismo.

Cocida también realizada parcialmente esta función merced a su contenido en manganeso.

Las piezas más jóvenes pueden comerse con la piel, y en todo caso debe evitarse el pelar la patata antes de la cocción, ya que es en la piel y en la parte de pulpa más próxima donde están localizados los principios más interesantes.

En uso externo, la patata rinde también cantidad de servicios, su pulpa cruda y rallada, mezclada o sin mezclar con aceite de oliva, se aplica en cataplasmas sobre quemaduras, hemorroides, úlceras atónicas, y dartros inflamatorios y reducida simplemente a puré en cataplasmas bien calientes sobre forúnculos, abscesos y panizos para precipitar su maduración.