Sales Minerales

Las necesidades de sales minerales suelen ir unidas a las de agua, aunque la ingestión de verduras pueda evitar el que se dependa de la ingestión de agua.

Para asegurarnos un aporte suficiente de elementos minerales y al mismo tiempo utilizarlos en nuestro provecho cuando queramos mejorar alguna facultad física mediante un aporte extra, deberemos primero entender el antagonismo que existe entre ellos.

Así, el calcio y el magnesio son antagonistas, lo mismo que lo son el sodio y el potasio, entendiendo por antagonismo el que uno realiza la función opuesta al otro y por tanto la ingestión exagerada de uno de ellos provocará quizás también un aumento de las necesidades del otro.

Otros elementos, como son el sodio y el cloro son complementarios, de igual manera que también lo son el calcio y el fósforo.

En el proceso de sudoración se eliminan básicamente cantidades importantes de cloruro sódico con el fin de permitir la eliminación de agua, ya que en presencia de él no se podría eliminar.

Una vez que esto tiene lugar, el organismo comienza a realizar un proceso perfecto para volver al equilibrio en minerales y agua, y para ello nos provoca la sed y hace que el potasio, cuya misión sería la de eliminar agua, se vaya de las células y así evite una deshidratación mayor a causa de un exceso de este mineral.

Si bebemos agua en esos momentos, nos encontraremos con un potasio que no puede eliminar el exceso y una carencia de sal que impedirá que el líquido se pueda fijar y retener.

Las consecuencias son bastante bien conocidas por los deportistas (mareos, retortijones, sudores profusos, etc.), lo que ha dado lugar a recomendar que no se puede beber agua durante un esfuerzo y ni siquiera al terminar.

Pero este razonamiento está mal planteado, ya que no es el agua la que provocará daño sino la carencia de sal en ella.

Bastará por tanto añadir una pequeña cantidad de sal en el agua para que ésta sea absorbida plenamente y fijada en el plasma.

Una vez cubierta esta necesidad, el potasio orgánico volverá al interior de las células para permitir la evacuación del enorme calor producido por el esfuerzo.

Si no existe seguridad en que el organismo se recupere rápidamente, no hay inconveniente en dar conjuntamente sodio y potasio, éste en forma de higos y dátiles (con lo que aportaremos una dosis extra de glucosa muy necesaria en estos momentos) y el sodio mediante un gramo de sal marina sin refinar (no dar sal yodada).

El fósforo es un mineral también con una importancia extraordinaria en el deportista, ya que su presencia es necesaria para quemar cualquier tipo de alimento y transformarlo en energía, mediante un proceso llamado fosforización.

Un deportista necesita diariamente un mínimo de 1,30 gramos de fósforo para la producción de energía y éste lo podemos encontrar en buena proporción en los alimentos lácteos junto al calcio, así como en los pescados, los huevos y las legumbres.

Debemos evitar el mezclar estos alimentos con los cereales, ya que contienen fitina, la cual da lugar a la formación de fitatos de calcio y magnesio insolubles en el intestino.

El yodo es otro mineral importante, ya que regula la producción de la hormona tiroidea, la cual interviene en la regulación del proceso neuromuscular, en el proceso nutritivo, en el consumo de calorías y en los intercambios de minerales en el agua.

Una carencia de yodo provocará una ralentización de la función tiroidea, lo que se manifestará en la lentitud en los ejercicios de velocidad y poca agilidad mental para asimilar los conceptos teóricos.

El consumo cotidiano de pescados, algas y verduras nos asegurará nuestra ración diaria, lo mismo que el utilizar sal marina o yodada en los alimentos.

El magnesio tiene un papel junto al calcio en la contractura muscular y sin su presencia el cansancio aparecerá demasiado pronto, ya que los músculos encuentran una gran dificultad para relajarse después de cada contracción.

Aquí vemos el perfecto equilibrio entre el calcio y el magnesio, ya que mientras uno, el calcio, facilita la contractura muscular, el magnesio permite la relajación instantánea, dejando al músculo en condiciones de volverse a contraer.

Por tanto, deportistas que manifiesten una crispación continua en sus músculos, lo que se averigua a la hora de darles un masaje, deberán tomar suplementos de magnesio, el cual se halla presente en el melocotón, los cereales integrales y la mayoría de los frutos secos.

El calcio, como antes se dijo, es indispensable para asegurar una excitabilidad del sistema neuromuscular adecuada que permita contraer los músculos, y también para equilibrar al fósforo, ayudándole en la producción de energía, así como para que la coagulación sanguínea se realice correctamente.

Convulsiones o espasmos esporádicos suelen ser síntoma de carencia de calcio, ya que el organismo utiliza esta defensa en un intento de atraer hacia los músculos el calcio de los huesos que le es imprescindible.

En cada espasmo, una pequeña cantidad de calcio óseo es movilizada, consiguiendo asegurar al cuerpo el mínimo necesario para la vida.

Cantidades necesarias las podemos encontrar en la leche, la cáscara de los huevos, los quesos, las verduras y los frutos secos.

Por supuesto, en los huesos de pescados y en las ostras.

El hierro es otro mineral imprescindible para el deportista, ya que su presencia es indispensable para transportar el oxígeno a las células y para formar la hemoglobina.

Las mujeres deberían tomar suplementos de hierro después de una menstruación y ningún deportista debería donar sangre una semana antes de competir.

Lo podemos consumir tomando chocolate, legumbres, cereales, huevos, verduras y frutos secos.

Sólo la dosis hace que una cosa no sea venenosa.

Básicamente, la sal no es por sí misma un veneno, y así se utiliza como medicina de la homeopatía, pero en la cantidad que se toma en la alimentación habitual, unos 20 ó 30 g diarios, aparecen los efectos tóxicos de una dosis evidentemente excesiva.

También rige para la sal lo ya dicho sobre las sustancias puras.

La sal común es cloruro sódico puro, libre de todos los aditamentos naturales, antiguamente denominados impurezas.

Así tenemos que volver al producto natural, es decir, a la sal mineral como se emplea normalmente en Rusia, o al agua del mar, que contiene en equilibrio fisiológico las sales minerales que necesitamos.

Mientras se aconseja no emplear en la casa por día y persona más de 2 g de sal común, sólo con un consumo de pan de 300 a 400 g queda totalmente cubierto el consumo necesario de sal, aun calculándolo en 7-8 g diarios, ya que el pan contiene un 2 por 100 de sal común.

Otros personas sólo aconsejan 1 a 2 g diarios.

Si bien esto, en el sentido de una nutrición sana debe considerarse como insuficiente, puede completarse con sal integral, sal de mar o agua de mar, para satisfacer la necesidad natural de sal.

La sal de mar, además del cloruro sódico, contiene también potasio, cloruro de calcio y cloro de magnesio, que se mantienen en equilibrio biológico, así como los oligoelementos, sustancias cuya verdadera significación no es todavía del todo conocida, pero que consideran como totalmente esenciales para la vida.

Daños debidos a la sal

Después de absorbida la sal en el torrente circulatorio, se disocia en gran parte la combinación de cloro y sodio, ejerciendo sus propios efectos por separado.

Mientras que al parecer el átomo de cloro es rápidamente combinado por otras sustancias y resulta inocuo, entrando a formar del ácido clorhídrico del estómago, al combinarse con el hidrógeno, el átomo libre de sodio ejerce notables efectos tóxicos.

Si se da a un niño de 1 a 3 gramos de sal, reaccionara con una subida de temperatura.

Pero también los adultos, tras varios meses de consumo excesivo de sal, sufren fuertes efectos en todas las funciones orgánicas y de los tejidos y se producen gingivitis, catarro estomacal o intestinal, hemorragiahemorroidal, jaqueca e inflamaciones en las mucosas.

Los males de la sal se deben, al parecer, de modo general, a una perturbación de los tejidos conjuntivos.

Como el vital significado del tejido ha destacado nuevamente a través de las modernas investigaciones sobre el cáncer, puede calcularse el grave daño puede causar la sal.

En una serie de enfermedades corrientes graves de corazón, hígado y riñones, así como en el edema del embarazo, se conoce y aprovecha diariamente el efecto curativo de la supresión total del consumo de sal.

Hace medio siglo fueron dos médicos franceses observaron que en los enfermos de hipertensión, descendía ésta a lo normal, en cuanto se suprimía la sal.

Demasiada sal pura no favorece nuestra salud.

Tendremos que reducir su consumo al mínimo, o, mejor aún, sustituirla por sal integral o de mar.

La sal como tal no es necesaria para vivir, aunque lo sean sus componentes el sodio y el cloro, pero la sal no es la fuente única de estos elementos.

En esta cuestión de la sal de mesa no queremos mostrarnos partidistas ni olvidar que la sal en numerosas circunstancias suele ser incluso una medicina, sobre todo cuando el cuerpo en el curso de una enfermedad ha perdido una gran cantidad de agua, con lo que casi siempre se produce una mayor pérdida de sodio y cloro.

Esto ocurre en los vómitos fuertes y persistentes a consecuencia de una contracción de los músculos del estómago (estenosis pilórica del niño de pecho) o estrechamiento por enfermedad de la salida del estómago (úlcera de duodeno y estómago), en casos de diarreas intensas como consecuencia de catarro gástrico o intestinal y en los casos de gran sudoración, como se presenta en muchas enfermedades infecciosas.

Para el tratamiento de los enfermos addisonianos se precisan elevadas tomas de sal de cocina, de 10-20 o más gramos.

Tampoco debe un diabético alimentarse con poca sal, porque esto afecta a la acción de la insulina.