Llamamos postre a lo que se toma al final de la comida y lo más natural es tomar fruta, que por ser dulce y apetitosa es el postre más adecuado y no requiere ninguna preparación.
Una costumbre nuestra es terminar la comida con algún alimento especialmente agradable, pero no deja de entrañar cierto peligro, pues se corre el riesgo de ingerir más de lo conveniente cuando el estómago ya está casi repleto.
El postre no debe considerarse como un alimento aparte, sino como un componente más de la comida.
Puede ser un producto de repostería casera hecho con harina integral y otros ingredientes, algunos frutos secos como higos, nueces, avellanas, dátiles, etc, y una o dos cucharadas de miel o incluso un poco de compota fresca.
Unos postres exquisitos requieren de unos ingredientes refinados, y si además son decorados con ternura son la mejor manera de acabar una comida preparada con amor.
Los aromas de la canela, la vainilla, el anís, la melisa y la menta son unos clásicos insustituibles para elaborar unos postres deliciosos.
Usar un limón rallado, almendras fileteadas y torradas, coco rallado, chocolate rallado o en polvo, adornos de nata o merengue, guindas y otros frutos confinados aportaran una gran categoría a los postres más sencillos.
Los postres adornados con nata, cremas o mantequillas son muy fáciles de hacer y consiguen grandes efectos visuales y decorativos.
Con un poco de práctica y de imaginación, los adornos no tendrán nada que envidiar a los de un repostero profesional.