Las vitaminas deberían utilizarse ante el menor síntoma de duda o carencia, ya que las sobredosis no parece que tengan graves inconvenientes y su aplicación a dosis altas pueden aportar grandes mejoras en la salud y el rendimiento.
La vitamina B, se debe utilizar para corregir calambres de repetición, cifras de glucemia inestables o en deportistas que padezcan diabetes, agujetas incontroladas en personas bien preparadas y trastornos en las plantas de los pies, tales como sensación de quemazón.
La vitamina PP (patonténico) se debe utilizar en épocas muy frías para adaptar rápidamente el organismo a esas temperaturas y muy especialmente en los nadadores que compiten en invierno al aire libre.
También es útil, en unión al PABA (ácido paraaminobenzoico), en los alpinistas o personas que van a estar expuestos durante largas horas al sol, ya que ambas vitaminas protegen de los defectos perjudiciales de los rayos solares.
La vitamina P (Rutina) es necesaria para prevenir derrames en el sistema circulatorio, así como hematomas y cualquier otra alteración en la estructura de la pared capilar.
En unión a la vitamina E se utilizará para la resolución rápida de fuertes hematomas, así como para evitar las bruscas bajadas de tensión que sufren los deportistas con mala circulación de retorno.
El resto de las vitaminas A, D y F no tienen una influencia directa sobre el rendimiento deportivo, aunque un entrenamiento intenso o una alimentación insuficiente también pueden provocar un aumento de las demandas de alguna de ellas.